En su deidad, en su eterna generación por parte del Padre como único Salvador, Redentor y Mediador entre Dios y el hombre; en su encarnación, por el cual fue concebido por el Espíritu Santo y nacido virginalmente, uniendo de este modo la naturaleza humana y la divina en su plenitud, en la persona única de Jesucristo; en su vida sin pecado y sus obras milagrosas, en su muerte vicaria para hacer la expiación por los pecados del mundo; en su resurrección corporal y ascensión a la mano derecha del Padre; en su poder soberano y señorío, en su ministerio presente de mediador como abogado del creyente; en su inminente venida en poder y gloria.
Creemos que el único y solo Dios es espíritu y eterno, Creador del universo y que se ha declarado como "el gran YO SOY”. Que Dios es perfecto en santidad, amor, justicia, misericordia y bondad y que sus atributos son omnipotente (que todo lo puede), omnisciente (que todo lo sabe) y omnipresente (que está en todo lugar). Que Dios es manifestado en tres personas: EL PADRE, EL HIJO Y EL ESPÍRITU SANTO.
En su deidad, en su eterna generación por parte del Padre como único Salvador, Redentor y Mediador entre Dios y el hombre; en su encarnación, por el cual fue concebido por el Espíritu Santo y nacido virginalmente, uniendo de este modo la naturaleza humana y la divina en su plenitud, en la persona única de Jesucristo; en su vida sin pecado y sus obras milagrosas, en su muerte vicaria para hacer la expiación por los pecados del mundo; en su resurrección corporal y ascensión a la mano derecha del Padre; en su poder soberano y señorío, en su ministerio presente de mediador como abogado del creyente; en su inminente venida en poder y gloria.
La Tercera persona de la Trinidad, procediendo del Padre y enviado por el Hijo, es una persona divina. Su oficio y ministerio es el de convencer al mundo de pecado, de justicia y de juicio, regenerar a quien se arrepiente de sus pecados y cree en el Señor Jesucristo, santificar y llenar con poder, enseñanza, guía y consuelo al creyente. Las Escrituras revelan que el trabajo del Espíritu Santo en la Iglesia es el de unir a los creyentes al cuerpo de Cristo, poseerlos como templo de Dios, equiparlos con dones y la gracia para el servicio, brindándoles el cuerpo de la verdad revelada e impartiéndoles el espíritu de iluminación y guía en toda verdad hacia la voluntad de Dios.